La violinista Rachel Barton Pine visita por primera vez el Auditorio Adán Martín para interpretar la 'Fantasía escocesa' de Max Bruch
Son diversas las circunstancias que convierten a Rachel Barton Pine (Chicago, 1974) en una personalidad cuya proyección pública trasciende los límites del género clásico. Si bien camina con paso firme por los principales auditorios mundiales acompañada por su violín Joseph Guarnerius del Gesu de 1742, suma a su aplaudida técnica interpretativa una dimensión comunicativa en el plano emocional. Prueba de esa pasión por conmover con la música es su gran interés no solo por aprender de las partituras de otros periodos, como el Barroco, sino también por explorar géneros como el rock, el jazz y el heavy metal. “He descubierto que ayuda a desarrollar una creatividad e imaginación beneficiosas para las interpretaciones clásicas”, explica.
La violinista estadounidense debuta en España para interpretar con la Sinfónica de Tenerife la Fantasía escocesa de Max Bruch, a su juicio, “una pieza musical mágica, muy diferente de prácticamente casi todas los otras obras pertenecientes a la literatura estándar para violín”. El programa estará dirigido el viernes 13 de marzo en el Auditorio Adán Martín por Michal Nesterowicz, quien fue la primera persona que habló a Barton Pine de la formación musical del Cabildo de Tenerife “hace varios años”. “Conozco al maestro desde hace mucho tiempo y he tenido el placer de colaborar con él en Puerto Rico, Chile y Polonia. Estoy encantada de finalmente tener la oportunidad de trabajar con la Sinfónica de Tenerife y me siento especialmente contenta de colaborar con la orquesta y el maestro Nesterowicz para mi debut en España”.
Max Bruch (1838-1920) y su Fantasía escocesa, para violín y orquesta (opus 46), ha sido especial en la carrera de la violinista norteamericana ya que la grabó en 2004 con la Orquesta de Cámara de Escocia (Scottish Chamber Orchestra) –junto con otras obras clásicas para violín y orquesta que también utilizan melodías tradicionales escocesas– tras un intenso aprendizaje de la mano del “legendario” violinista Alasdair Fraser, con quien conoció la forma de “crear un sonido apropiadamente escocés”. Es en esta cuestión donde reside la complicación de abordar esta partitura. “Mientras que en muchas obras clásicas pueden encontrarse influencias de la música popular o tradicional, –afirma– en el caso de Bruch es inusual en la medida en que tocar el violín escocés (fiddling) está integrado en la composición”.
La obra fue compuesta por el alemán usando con fidelidad las melodías propias de la nación del Reino Unido para desarrollar prácticamente los cinco movimientos. El propio Bruch escribía: “Realmente no puede hablarse de un concierto... a causa de la total libertad con que ha sido construido el conjunto y también por el empleo de melodías folclóricas”. “La Fantasía escocesa es uno de mis conciertos favoritos y siempre estoy encantada de volver a tocarla. Fue compuesta en 1880 y se basa en las tonadas de violín escocesas de 1700 en adelante. No solo investigué estas melodías y estudié con violinistas escoceses, sino que viajé por toda Escocia sumergiéndome en su cultura. Durante los últimos diez años, he continuado con mi estudio e investigación del violín escocés. El tiempo que pasé en Escocia unido a lo que he seguido aprendiendo sobre esta tradición de la música popular me ha ayudado enormemente a desarrollar mi interpretación de la pieza de Bruch”.
Célebre por su versatilidad con el instrumento, Barton Pine intenta restar importancia a esta cualidad que la eleva al grado de virtuosismo con el violín. Dice que tener la oportunidad de “sumergirse en las hermosas melodías tradicionales y el estilo interpretativo del violín de Escocia” es “un verdadero placer en el contexto de un concierto clásico”. Explica que su objetivo a la hora de interpretar la partitura de Bruch, como en el resto de sus conciertos, es “brindar todas esas experiencias” a la actuación para conectar al público con sus emociones: “Estoy deseando trasladar al público canario a la campiña y valles escoceses”.
La “universalidad de la música”
No es casualidad que Rachel Barton Pine, a quien una difícil infancia y un grave accidente de tren siendo una joven promesa marcaron su carácter, haya elegido para su primera actuación en España esta particular obra de Max Bruch. “Mi primera colaboración con el Maestro Nesterowicz fue con la Fantasía escocesa de Bruch y estoy muy emocionada de retomarla bajo su dirección. Es particularmente significativo hacerlo en España porque la obra fue escrita para y dedicada al gran virtuoso Pablo de Sarasate”.
La obra no solo habla metafóricamente de la cultura escocesa a la que se refiere la violinista estadounidense, también nos cuenta historias de un Pablo Sarasate que tiene un talento inabarcable. “Sarasate –a quien Rachel Barton Pine homenajeó en su primer disco– solía ir de gira por el Reino Unido y sentía una particular afinidad por Escocia”, donde “tuvo contacto con los más grandes violinistas escoceses de su tiempo”, por lo que “todo indica que logró dotarse de este estilo” interpretativo, más allá de haber incluido en su actividad compositiva “su propio popurrí de canciones escocesas para violín y orquesta”. “Dado que sabemos amaba la manera escocesa de tocar el violín y entendía el estilo, interpreto la Fantasía escocesa de una manera que es mucho más celta que alemana, tal y como creo que lo habría hecho Sarasate”, confiesa la violinista.
“Encuentro fascinante que la obra más importante de Escocia para violín clásico fuera escrita por un alemán para un violinista Español. Para mí, esto dice mucho acerca de la universalidad de la música”. Una cualidad que Barton Pine ha decidido resaltar agitando así los corsés del ámbito academicista. Su repertorio como intérprete solista incluye obras de Bartók, Berg, Bruch, Mendelssohn, Paganini, Sibelius, Tchaikovsky, Vieuxtemps y Vivaldi, pero además el heavy metal y la música antigua se encuentran entre sus muchos intereses: toca el violín barroco y la viola d'amore con el Trío Settecento, un ensemble de instrumentos de época, y en en 2009 se unió a la banda de trash y doom metal, Earthen Grave donde toca un violín eléctrico Viper de seis cuerdas. “Como artista, entiendo que es importante formarse en música de diferentes periodos (barroca, clásica, romántica, contemporánea) y de diferentes países. Componer tu propia música, acercarte a la improvisación y explorar géneros distintos a la clásica (como la música tradicional, el rock, el jazz, etc.) es igualmente valioso”.
El desafío de promocionar nuevos acercamientos a la música no es una novedad en su trayectoria. Capitanea la Fundación Rachel Elizabeth Barton, creada para asistir a jóvenes artistas a través de todos los aspectos de su carreras en ciernes y entre sus proyectos filantrópicos está el de recaudar fondos para Global Heartstrings (que asiste a músicos en países en desarrollo). Sustentada en una carrera con sólidos cimientos –contaba 10 años cuando actuó con la Orquesta Sinfónica de Chicago y a los 17 ganó la Medalla de Oro en el J.S. Bach Internacional Violin Competition en Leipzig–, se anima con consejos para los músicos del futuro: “Realmente creo que tener una experiencia tanto amplia como profunda te hará mejor músico. Sea cual sea el repertorio que estás preparando, es útil aprender lo máximo que puedas acerca del compositor y su vida, así como de la cultura y tradiciones representativas de su tiempo y lugar de procedencia. También es beneficioso escuchar otras obras escritas por el mismo compositor, además de las grabaciones de otros violinistas”.